El acuerdo firmado el 1 de febrero
en el Elíseo entre los editores de prensa franceses y la multinacional
estadounidense Google sienta un precedente que el presidente del gigante de
Mountain View (California), Eric Schmidt, ha calificado como “histórico”. Para
evitar el litigio legal y eludir el pago del canon fijo por enlace que exigían
los periódicos franceses y su Gobierno, Google se compromete a invertir 60
millones en un fondo a tres años, y sus ingenieros ayudarán a 160 periódicos
generalistas a rentabilizar mejor su publicidad digital. Los expertos y agentes
implicados parecen divididos. Los partidarios de un Internet abierto y gratuito
creen que el acuerdo envía una peligrosa señal de pago por contenidos; los
editores franceses creen que es mejor renunciar al canon y pactar que meterse
en litigios interminables. Los sindicatos de periodistas claman contra la
bajada de pantalones de los editores y hablan de “expolio a los derechos de
autor de los reporteros”. Y desde Nueva York, el gurú Jeff Jarvis afirma que
“los periódicos y el Gobierno francés han chantajeado a Google y no saben hacer
su trabajo”. Pero muchos coinciden en que el pacto demuestra que la vieja
Europa se ha convertido en la gran amenaza para Google y sus pares de Silicon
Valley, que temen más a la alianza de Gobiernos y editores que a sus
competidores.
La noticia ha enfurecido a los
partidarios de la web gratis
Desde el otro lado del charco, el
periodista Jeff Jarvis, autor de What would Google do? (¿Qué haría Google?,
2009), asesor de diarios digitales y defensor de un Internet gratis y sin
trabas, arremete contra el pacto del Elíseo. “Eso no es un acuerdo, es una
estafa y un chantaje”, truena al teléfono. “Lo que ha pasado en Francia es que
los editores, con la ayuda de su Gobierno, han secuestrado y chantajeado a
Google”, se embala. “Es lamentable, porque los medios europeos llevan 15 años
sin hacer nada en Internet, sin entender nada ni invertir, y ahora se
aprovechan del éxito de Google para sacar réditos. Que Google tenga éxito no
significa que los medios sean parte de él. Y no es culpa de Google si los
diarios tradicionales no han sabido adaptarse a Internet”.
La guerra abierta entre los
debilitados editores y el poderoso buscador parece dar la razón al experiodista
David Simon, creador de las series The Wire y Treme, que contó hace años que
Wall Street decidió apostar por las empresas puntocom cuando intuyó que los
periódicos digitales iban a resultar menos peligrosos para sus intereses que la
prensa tradicional. El exreportero de The Baltimore Sun profetizó que el poder
financiero iba a utilizar Internet para acosar y derribar al periodismo
clásico, ese que publica, como dijo Orwell, lo que alguien no quiere que sea
publicado.
La meteórica transición desde el
periódico “cerrado” en papel al flujo inmediato de noticias “nos aboca a la
desinformación porque demasiadas noticias equivale a ninguna noticia”, según el
maestro italiano de periodistas Giancarlo Santalmassi. Paradójicamente, el
cambio ha dado millones de lectores nuevos a la prensa tradicional. Y otra
paradoja: lejos de generar más beneficios a los periódicos, la transición
digital parece haber acentuado su ruina.
Las dudas sobre el futuro de la
prensa en Internet siguen abiertas
En la última década, y
especialmente desde que estalló en 2008 la crisis financiera de las hipotecas
basura en la misma Wall Street, decenas de cabeceras han cerrado o reducido sus
plantillas, la publicidad ha cambiado por otras plataformas (especialmente
Google y a su filial YouTube); miles de reporteros que se las sabían todas pero
no tenían perfil digital han perdido su empleo como le pasó a Simon, y han sido
sustituidos por “empaquetadores de información”.
En ese contexto de agonía más o
menos digna —y más o menos ventajosa para el poder—, de caída de las ventas y
la publicidad, y de crecimiento de “la audiencia” sin rentabilidad, los viejos
periódicos han encontrado en Google al enemigo-tótem —y quién sabe si también a
un futuro socio o mecenas—.
Google es una de los cientos de
empresitas que surgieron como setas en Estados Unidos hace 15 o 20 años. Fue
fundada en 1998 por dos estudiantes de Stanford, Larry Page y Sergey Brin, como
un índice de páginas web, con la idea de poner orden en el caos del éter. Tres
lustros después, es la compañía más potente de Internet. Salió a Bolsa en 2004,
a 85 dólares la acción, y hoy cotiza a cerca de 700. El año pasado obtuvo un
beneficio de 10.740 millones de dólares (8.075 millones de euros), un 10,27%
más que en 2011, y solo en el cuarto trimestre ganó 2.890 millones de dólares
gracias al incremento de la facturación en publicidad.
Esta carrera hacia la cima ha
topado en Europa con unos Gobiernos y unas organizaciones “casi
gubernamentales” a la búsqueda desesperada de ingresos. Los Estados acusan al
gigante californiano y a sus gemelas de Silicon Valley de pagar sus impuestos
en paraísos fiscales y de poner en riesgo el pluralismo mediático al captar la
tarta de publicidad que antes daba de comer a los diarios. Las asociaciones de
editores de medio mundo, y especialmente las europeas, piden que el buscador pague
un canon por enlazar sus noticias desde Google News y otras páginas de
búsqueda. La Comisión Europea ha denunciado a la compañía por no pagar
derechos; Alemania llevó en verano al Parlamento un proyecto de Ley Google, que
pretende repartir los beneficios que produzcan los artículos pinchados; e
italianos, portugueses, suizos y españoles pelean, unos con el apoyo de sus
Gobiernos y otros sin él.
La compañía se ha negado a pagar
alegando que los diarios reciben gracias a ella entre el 30% y el 50% de sus pinchazos
totales, lo que debería generar más ingresos publicitarios. Pero, finalmente,
ha dado su brazo a torcer. Primero en Bélgica —en diciembre, tras un litigio
legal abierto en 2006— y luego en Francia —bajo la amenaza directa de
legislar—, Google ha fumado la pipa de la paz.
París tomó cartas en el asunto
después de que la empresa amenazara con no referenciar en los resultados de
búsqueda a los medios franceses. A finales de octubre, el presidente François
Hollande recibió en el Elíseo a Eric Schmidt, el presidente de la compañía, y
exhortó a ambas partes a sellar un pacto. “Si no, haremos una ley”, advirtió.
Las ministras de Cultura y de Economía Digital designaron como mediador a Marc
Schwartz, socio de la consultora Mazars.
“Las negociaciones han sido
pragmáticas y complicadas”, explica Schartz. “Las posturas estaban muy alejadas
al principio, pero el último día logramos llegar a un entendimiento equilibrado
y bueno para las dos partes. Fue difícil, porque los editores querían un
derecho fijo sobre los enlaces y Google siempre dijo que jamás aceptaría pagar
por enlazar contenidos. Así que buscamos otras fórmulas”.
El directivo no lo negó pero sí
quiso matizar que su servicio permite tanto desactivar como borrar el perfil.
“Nacimos como una página para estudiantes. Desde los comienzos se han tomado
descansos, ya sea por vacaciones o por exámenes”, explicó. La desactivación
permite algo así como darse de baja durante un tiempo, pero después se vuelve
con todo tal y cómo estaba. El borrado es permanente, aunque con sus matices.
En caso de arrepentimiento o error, hay dos semanas para arreglarlo. “Podría
darse el caso de que no se cerrase el perfil en un ordenador público y un amigo
gastase una broma de mal gusto, o que se tome una decisión precipitada”,
aclaró. Después de 90 desaparece por completo el perfil, no queda rastro. ¿Por
qué tres meses para que la información deje de estar en sus servidores? “Por
motivos legales. Lo tenemos que guardar por si hace falta para alguna
investigación”, respondió haciendo referencia a que alguien podría borrar su
perfil con intención de ocultar un delito.
En caso de querer irse de Facebook
sin perder los datos, fotos y comentarios, existe la opción de descarga del
perfil en un archivo comprimido que permite consultarlo en el navegador. Esta
medida se adoptó después de que un grupo de activistas, hasta 40.000, pidieran,
como marca la ley de EEUU, el historial con todas sus acciones. “Teníamos
derecho a cobrar por ello, pero preferimos mirar por nuestros usuarios y darles
una opción fácil y segura”, insistió.