Hace casi una década viajé a
Japón para ver el futuro del móvil. Puede que esta batalla ya la haya contado
en otra ocasión (empiezo a tener manías de abuelo) pero en aquel entonces era
en ese país donde se ensayaba con lo nuevo de la telefonía, como la posibilidad
de ver la televisión en la minúscula pantalla del teléfono, llamar por
teléfono, pagar el metro o descargar el correo electrónico.
De aquel "futuro"
sólo quedan unas pocas pinceladas. Sí, la red acabó llegando al móvil, también
la videoconferencia, pero ambas de forma completamente diferente a lo que las
operadoras, que eran las que mandaban en el país (aún mandan, pero menos),
esperaban.
Hoy Estados Unidos ha robado
a Asia la posición dominante. El futuro se fabrica en Corea y China pero se
diseña en California, concretamente entre Mountain View y Cupertino. Para Japón
la pérdida de protagonismo es evidente. Según la consultora Counterpoint Market
Research en el último trimestre de 2012 los fabricantes de telefonía
extranjeros se llevaron más del 50% del mercado. Algo impensable hace sólo unos
años.
Sharp, la marca nacional por
excelencia, ha perdido el primer puesto, adelantada por el iPhone. Android es
ahora la plataforma más vendida del país pero se extiende principalmente
gracias a las marcas coreanas como Samsung o LG, no a las locales.
El mercado sigue siendo
hostil a las marcas extranjeras, que necesitan llegar a cuerdos muy duros con
las operadoras NTT DoCoMo y Softbank para la distribución -Blackberry por
ejemplo, ha decidido no intentar por ahora el despliegue en el país de sus nuevos
teléfonos-, pero ya no es impenetrable.
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